lunes, 26 de marzo de 2012

"El niño aprende jugando" Joaquín Torres García.

"El niño aprende jugando. Pués el juego, para él, a de ser ejercicio de múltiples de experiencias y actividades. De creación y descubrimiento. De conocimiento de las cosas y de sí mismo. De iniciación a futuras empresas y estudios. De revelación de su personalidad. Y por esto, quien cuide de educarle, jamás deberá privarle esa constante y libre actividad y, menos que eso, imponerle algo opuesto."

Hemos de querer que llegue a ser un hombre libre. Hombre libre en el pensar y en la acción.
El juguete puede servir de medio educativo. Quizás no es de los más importantes, pero, por exitar en tan algo grado el interés del niño, es realmente un principio motor de primera fuerza, y debe aprovecharse. El constructor del juguete debe preocuparse de eso.

Ha de pensar, ante todo, que el niño se mueve sobre realidades. No sobre esas cosas fantásticas e inexistentes en que divagamos. El  pasado no le interesa, ni la poesía. Pero a cambio de esa inútil fantasmagoría, su visión intuitiva lo lleva al verdadero conocimiento, y, por esto, a la más pura y real imagen estética. El juguete, por esto, ha de ser algo no sólo en armonía con todo lo viviente que rodea al niño, sino también con todo aquello actual, del tiempo presente, que en mayor grado que a los mayores, le interesa a los chicos. Y esto - ya no hay que decirlo - interpretado a compás, también, de la evolución estética. Porque el artísta - el veredadero artísta - por medio de su obra, puede decirse que, en cada momento del tiempo o de los tiempos, crea para todos algo a manera de órganos nuevos, para penetrar más en la esencia de la vida, el niño, desde el primer momento, ¿porqué no ha de educarse en la misma orientación? esto es lo que debe ser. Y lo mismo con relación a la pedagogía, de la que el constructor de juguetes debe ser un colaborador.

Ordinariamente vemos lo contrario. El juguete suele ser algo fantástico, que no responde a nada de todo esto y, menos aún, a la realidad de las cosas. Ésto cuando no es francamente escuela de mal gusto, por lo grotesco - inclinando así al niño a las cosas superficiales y tendiendo a formar así su espíritu - o por lo chillón de los colores, o bien por lo que es el objeto del juguete en sí.

Pero hay más. Por carecer de sentido real, el juguete, en general, no divierte al niño. Porque a éste, como ha hemos dicho, no interesa sino lo verdadero. Y por esto, también la pretensión, de querer divertirlo constituye una equivocación, pués la diversión o juego para él, consiste en el ejercicio de su espíritu creador y en la satisfacción de su afán de conocimiento, y no como generalmente se cree, en gastar el tiempo en cosas vanas.

Finalmente, permítasenos dos observaciones que, no por ser secundarias dejen de tener importancia: la fragilidad del juguete, en general, y lo antihigiénico. Lo primero puede constituir un engaño con vistas al lucro, muy censurable, pero, en sí sin trascendencia. Lo segundo ya es más grave, pues encierra un peligro que es deber evitar. De lo contrario, el fabricante de juguetes no será, como debe ser, el amigo del niño, sino su encubierto enemigo. Los padres, culpables de complicidad.

Para terminar, otra consideración. Si el niño rompe el juguete, es, en primer termino, para investigar; después para modificar: conocimiento y creación. Démosle, pués, los juguetes a piezas, y que haga lo que quiera. Así nos adaptamos a su psicología."